Si de alguna cosa me alegro en estos días difíciles es de que al menos algunos de los valores que han predominado en estos últimos años de "vacas gordas" parecen haber caído en su cotización. No me estoy refiriendo a valores de bolsa (ese engendro creado para que algunos y sólo algunos se enriquezcan especulando sobre las supuestas verdades de la economía). Me refiero a los valores humanos.
La definición de "valor humano" hace referencia a aquello a lo que las personas consideramos importante, es decir, le "damos valor", "valoramos". Los valores configuran nuestras actitudes ante la vida y los muy malandrines se estructuran en jerarquía en nuestras mentes. Así, debemos anteponer, por ejemplo, la amistad como valor sobre el enriquecimiento como valor. Es lo que llamamos tener nuestra propia "escala de valores".
Me pregunto si soy un bicho raro. En mi escala de valores el enriquecimiento rápido (aun a costa del empobrecimiento ajeno) siempre ha ocupado los últimos lugares. Bueno, debo reconocer que muy de vez en cuando compro un boleto de lotería, o un cupón de la Once, o incluso echo alguna quiniela. Jamás me ha parecido bien que mi vieja vivienda pasara, como por arte de magia, de "valer" cien mil euros a alcanzar los doscientos cincuenta mil por los que vendió un vecino mío en plena burbuja inmobiliaria. ¡Joder! (y perdonen la palabra los sensibles), ¿esto es normal y es correcto?
A algunos les parecerá que yo soy tonto, pero me alegro que mi vieja vivienda valga ahora lo que valía antes. Es cuestión de valores.
La famosa "burbuja" también tuvo otro efecto, no sólo económico-especulativo: nos produjo a muchos (deberé reconocer mi mea culpa también), por no decir a la mayoría, otra burbuja más peligrosa: la de creernos que podíamos vivir con la ley del mínimo esfuerzo, trabajar poco, ganar mucho, pedir aumentos salariales por la jeró, repartir beneficios y mañana Dios dirá, págame en negro una parte del piso que tengo cola de compradores, vamos a cenar a ese restaurante donde te ponen el caviar relleno de txangurro, nos vamos de vacaciones tres veces al año... Todo a cambio del módico precio de 1600 ó 1700 horas de trabajo al año. Tócate los lereles.
Parece que...¿esto no funciona así? No sé, en este planeta somos unos cuantos ya, y más que seremos, digo yo, y todos queremos vivir lo mejor posible, pero tengo la impresión de que no estamos preparados para vivir como queremos.
Es curioso. Esta crisis la han provocado los pobres. Ellos son los culpables. Por no pagar sus hipotecas. A lo mejor hay alguno que piense que habría que eliminarlos (en lugar de combatir su pobreza, ejecutarlos porque son pobres).
Ahora que...manda eggs. Que los ricos bancos se fiaran de los pobres para ganar dinero con sus hipotecas... es que me da la risa. ¿Aquí quién es tonto, pero tonto de cojones?
La definición de "valor humano" hace referencia a aquello a lo que las personas consideramos importante, es decir, le "damos valor", "valoramos". Los valores configuran nuestras actitudes ante la vida y los muy malandrines se estructuran en jerarquía en nuestras mentes. Así, debemos anteponer, por ejemplo, la amistad como valor sobre el enriquecimiento como valor. Es lo que llamamos tener nuestra propia "escala de valores".
Me pregunto si soy un bicho raro. En mi escala de valores el enriquecimiento rápido (aun a costa del empobrecimiento ajeno) siempre ha ocupado los últimos lugares. Bueno, debo reconocer que muy de vez en cuando compro un boleto de lotería, o un cupón de la Once, o incluso echo alguna quiniela. Jamás me ha parecido bien que mi vieja vivienda pasara, como por arte de magia, de "valer" cien mil euros a alcanzar los doscientos cincuenta mil por los que vendió un vecino mío en plena burbuja inmobiliaria. ¡Joder! (y perdonen la palabra los sensibles), ¿esto es normal y es correcto?
A algunos les parecerá que yo soy tonto, pero me alegro que mi vieja vivienda valga ahora lo que valía antes. Es cuestión de valores.
La famosa "burbuja" también tuvo otro efecto, no sólo económico-especulativo: nos produjo a muchos (deberé reconocer mi mea culpa también), por no decir a la mayoría, otra burbuja más peligrosa: la de creernos que podíamos vivir con la ley del mínimo esfuerzo, trabajar poco, ganar mucho, pedir aumentos salariales por la jeró, repartir beneficios y mañana Dios dirá, págame en negro una parte del piso que tengo cola de compradores, vamos a cenar a ese restaurante donde te ponen el caviar relleno de txangurro, nos vamos de vacaciones tres veces al año... Todo a cambio del módico precio de 1600 ó 1700 horas de trabajo al año. Tócate los lereles.
Parece que...¿esto no funciona así? No sé, en este planeta somos unos cuantos ya, y más que seremos, digo yo, y todos queremos vivir lo mejor posible, pero tengo la impresión de que no estamos preparados para vivir como queremos.
Es curioso. Esta crisis la han provocado los pobres. Ellos son los culpables. Por no pagar sus hipotecas. A lo mejor hay alguno que piense que habría que eliminarlos (en lugar de combatir su pobreza, ejecutarlos porque son pobres).
Ahora que...manda eggs. Que los ricos bancos se fiaran de los pobres para ganar dinero con sus hipotecas... es que me da la risa. ¿Aquí quién es tonto, pero tonto de cojones?