Una crisis sin fecha de caducidad
Almunia, Camdessus, Echenique y Uriarte admiten que «nadie sabe cuándo saldremos de la situación actual» pero auguran un «capitalismo más ético». Existirán más controles, más presencia de lo público y más coordinación
MIGUEL ANGEL MATA SAN SEBASTIÁN.
DV. El capitalismo salvaje ha fallado y el día después de la crisis alumbrará una nueva sociedad, con más regulaciones y controles, en la que el sector público cobrará más protagonismo, con una gobernanza cada vez más global y mayores responsabilidades para los organimos multilaterales. Ello debería traer más solidaridad y menos diferencias entre las naciones, más ética en los mercados y una mayor importancia de las personas, que estarán más preparadas, mejor formadas y serán más competentes. Eso sí, nadie sabe cuándo llegará ese día.
El comisario de Asuntos Económicos y Monetarios de la Comisión Europea, Joaquín Almunia; el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Michel Camdessus, y el prestigioso físico investigador Pedro Miguel Echenique, director entre otros del Donostia International Physics Center, participaron ayer en San Sebastián en el XX Encuentro Empresarial organizado por la sociedad de garantía recíproca Elkargi con motivo de su junta general de socios. La cita, convocada bajo el título ¡Saldremos de la crisis! cómo y cuándo, derivó en reflexiones filosóficas (sin abandonar el carácter económico del foro) sobre los porqués de la crisis y cómo será el mundo una vez salgamos de ella.
Los ponentes ofrecieron sus soluciones, pero todos hicieron un ejercicio de humildad respecto al tiempo y admitieron que «nadie sabe cuándo saldremos de esta situación». Tampoco el moderador del encuentro Pedro Luis Uriarte, presidente de Innobasque; ni el lehendakari en funciones, Juan José Ibarretxe -que participó en el posterior almuerzo-, se arriesgaron a dar una fecha de caducidad a la crisis.
Ilusión o realidad, el mundo será mejor después de la crisis, según los ponentes. «Hemos aprendido de los errores, esta vez sí, y saldremos reforzados», coincidieron en señalar.
La cumbre del G-20
Almunia abogó por «avanzar en las reformas» de las instituciones económicas internacionales como el Banco Mundial y el FMI para que actúen como garantes de la transparencia y control de los mercados, para lo que la cumbre del G-20 de la próxima semana es «vital». «De lo contrario, la desconfianza sobre nuestra capacidad de afrontar la crisis aumentará». Admitió que el momento «no es el más propicio», dado que el Gobierno de EE UU aún no está asentado y puede dificultar la toma de decisiones estratégicas en los organismos internacionales.
El responsable de la economía europea recordó que los esfuerzos iniciados para afrontar la crisis «no se limitan a la recapitalización del sistema financiero», sino que se están aplicando también medidas de tipo fiscal, monetario y normativo.
Asumió que la crisis no nos abandonará «mientras no resolvamos el problema de los activos tóxicos». Hasta entonces, «no se recuperará el crédito» y no saldremos del «cuello de botella» en el que nos hallamos. Eso exige «más dinero que poner», pero la contrapartida es una reestructuración del sistema financiero, sin bancos mantenidos artificialmente con dinero público, que definió como «bancos zombies».
Para el día después de la crisis, Almunia abogó por un cambio basado en «más regulación y control del sistema financiero, más presencia del sector público y más coordinación internacional y multilateralismo». Reclamó igualmente un «nuevo pacto social» en Europa para mantener el estado del bienestar y «expandirlo al mundo». «Nadie como los europeos sabemos conjugar la eficiencia económica con la justicia y equidad social», dijo.
Rechazó de plano el proteccionismo, para lo que pidió un «compromiso fuerte» en la cumbre del G-20, y reclamó una apuesta estratégica en materia energética que lleve a Europa a ser «menos dependiente del exterior, más eficiente y a emitir menos gases contaminantes». Defendió asimismo una mayor productividad, que se conseguirá mediante «más inversión en I+D+i y en capital humano». «Invertir en las personas, su formación y capacitación, debe verse como una inversión económica más», remarcó. Estos dos últimos aspectos deben abordarse desde «una política realmente común europea», renovando la estrategia de Lisboa y «no como una suma de políticas nacionales que en ocasiones anulan las del vecino e impiden avanzar».
Educación e innovación
Echenique evocó a Einstein para señalar que «una crisis es la mayor bendición que puede sucederle a una persona o país porque trae progresos». Coincidió en que el «fallo» que ha traído esta crisis «no ha sido técnico, sino moral y de valores». Pidió que «las urgencias del momento no nos impidan atender lo estratégico» y recordó que lo importante es «pensar a largo plazo». Reclamó en este sentido más recursos para investigación, ciencia, innovación, educación y cultura, porque «del acierto o desacierto de nuestro sistema educativo depende nuestro futuro».
Pidió «menos rigidez normativa y educativa» y «menos burocracia» para facilitar el trabajo de los investigadores, y alertó del riesgo de que una mala planificación educativa convierta a las universidades en «talleres baratos de trabajadores». «La Universidad debe colaborar con el tejido productivo, pero sin renunciar a sus principios».
El comisario de Asuntos Económicos y Monetarios de la Comisión Europea, Joaquín Almunia; el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Michel Camdessus, y el prestigioso físico investigador Pedro Miguel Echenique, director entre otros del Donostia International Physics Center, participaron ayer en San Sebastián en el XX Encuentro Empresarial organizado por la sociedad de garantía recíproca Elkargi con motivo de su junta general de socios. La cita, convocada bajo el título ¡Saldremos de la crisis! cómo y cuándo, derivó en reflexiones filosóficas (sin abandonar el carácter económico del foro) sobre los porqués de la crisis y cómo será el mundo una vez salgamos de ella.
Los ponentes ofrecieron sus soluciones, pero todos hicieron un ejercicio de humildad respecto al tiempo y admitieron que «nadie sabe cuándo saldremos de esta situación». Tampoco el moderador del encuentro Pedro Luis Uriarte, presidente de Innobasque; ni el lehendakari en funciones, Juan José Ibarretxe -que participó en el posterior almuerzo-, se arriesgaron a dar una fecha de caducidad a la crisis.
Ilusión o realidad, el mundo será mejor después de la crisis, según los ponentes. «Hemos aprendido de los errores, esta vez sí, y saldremos reforzados», coincidieron en señalar.
La cumbre del G-20
Almunia abogó por «avanzar en las reformas» de las instituciones económicas internacionales como el Banco Mundial y el FMI para que actúen como garantes de la transparencia y control de los mercados, para lo que la cumbre del G-20 de la próxima semana es «vital». «De lo contrario, la desconfianza sobre nuestra capacidad de afrontar la crisis aumentará». Admitió que el momento «no es el más propicio», dado que el Gobierno de EE UU aún no está asentado y puede dificultar la toma de decisiones estratégicas en los organismos internacionales.
El responsable de la economía europea recordó que los esfuerzos iniciados para afrontar la crisis «no se limitan a la recapitalización del sistema financiero», sino que se están aplicando también medidas de tipo fiscal, monetario y normativo.
Asumió que la crisis no nos abandonará «mientras no resolvamos el problema de los activos tóxicos». Hasta entonces, «no se recuperará el crédito» y no saldremos del «cuello de botella» en el que nos hallamos. Eso exige «más dinero que poner», pero la contrapartida es una reestructuración del sistema financiero, sin bancos mantenidos artificialmente con dinero público, que definió como «bancos zombies».
Para el día después de la crisis, Almunia abogó por un cambio basado en «más regulación y control del sistema financiero, más presencia del sector público y más coordinación internacional y multilateralismo». Reclamó igualmente un «nuevo pacto social» en Europa para mantener el estado del bienestar y «expandirlo al mundo». «Nadie como los europeos sabemos conjugar la eficiencia económica con la justicia y equidad social», dijo.
Rechazó de plano el proteccionismo, para lo que pidió un «compromiso fuerte» en la cumbre del G-20, y reclamó una apuesta estratégica en materia energética que lleve a Europa a ser «menos dependiente del exterior, más eficiente y a emitir menos gases contaminantes». Defendió asimismo una mayor productividad, que se conseguirá mediante «más inversión en I+D+i y en capital humano». «Invertir en las personas, su formación y capacitación, debe verse como una inversión económica más», remarcó. Estos dos últimos aspectos deben abordarse desde «una política realmente común europea», renovando la estrategia de Lisboa y «no como una suma de políticas nacionales que en ocasiones anulan las del vecino e impiden avanzar».
Educación e innovación
Echenique evocó a Einstein para señalar que «una crisis es la mayor bendición que puede sucederle a una persona o país porque trae progresos». Coincidió en que el «fallo» que ha traído esta crisis «no ha sido técnico, sino moral y de valores». Pidió que «las urgencias del momento no nos impidan atender lo estratégico» y recordó que lo importante es «pensar a largo plazo». Reclamó en este sentido más recursos para investigación, ciencia, innovación, educación y cultura, porque «del acierto o desacierto de nuestro sistema educativo depende nuestro futuro».
Pidió «menos rigidez normativa y educativa» y «menos burocracia» para facilitar el trabajo de los investigadores, y alertó del riesgo de que una mala planificación educativa convierta a las universidades en «talleres baratos de trabajadores». «La Universidad debe colaborar con el tejido productivo, pero sin renunciar a sus principios».