Pedirle al vecino algún ingrediente, dejar la taladradora a un amigo o dar la ropa de bebé que ya no utilizas a los cuñados es algo que se ha hecho toda la vida. La crisis y el incremento de la conciencia ecológica han generado un auge de iniciativas y empresas sociales basadas en este espíritu del intercambio a escala local, conectando a las personas a través de la Red.
La situación económica hace que la mayoría de gente se lo piense dos veces antes de comprar una herramienta que va a utilizar sólo una vez, o un aparato caro que no sea realmente necesario. Hasta hace unos años, el intercambio y préstamo de objetos se limitaba al entorno cercano y de confianza, pero con Internet, ese círculo se amplía.
En Estados Unidos han surgido varios espacios basados en esta idea, conectando a personas que están cerca geográficamente y que pueden tener intereses comunes. Share Some Sugar es una iniciativa de Keara Schwartz, una vecina de Cincinnati que un día necesitó una escalera y no supo a quien pedírsela. Todavía en versión beta, y bajo el lema "¿por qué comprar cuando puedes prestar?", el espacio permite colgar objetos y hacer peticiones según códigos postales, y pretende a la vez generar lazos sociales entre las personas que viven cerca.
También en Estados Unidos se ha lanzado en enero una iniciativa similar, pero basada el alquiler, Rentalic, donde se ofrecen desde videojuegos y libros hasta tiendas de campaña o equipos de informática. Los dueños establecen el precio del alquiler y el depósito y las transacciones se hacen de forma privada, aunque la web obtiene una pequeña cantidad, 99 centavos, por cada objeto alquilado. Los precios oscilan entre 5 dólares a la semana por la temporada de una serie de televisión, y 30 dólares al día por un coche. Pulsa para ver Vídeo sobre el espacio Rentalic.
Estas formas de intercambio, que permiten sacar provecho de objetos poco utilizados, son también una solución más ecológica frente a la tendencia consumista de los últimos años. Otros proyectos sin ánimo de lucro como el Bookcrossing, basado en el intercambio de libros, o el Couchsurfing, una red de personas que ofrecen un lugar donde dormir para viajeros, se han extendido de forma espontánea a nivel internacional, como parte de la filosofía del sharismo, un neologismo ligado al auge de Internet y sus posibilidades para conectar gente y facilitar intercambios más allá del interés económico.
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