La investigación, el desarrollo y el cambio de modelo
Por Carlos Berzosa. Rector de la Universidad Complutense de Madrid.
La crisis económica ha planteado a escala mundial, y también en España, la necesidad de proceder a un cambio de modelo de crecimiento. Este cambio de modelo, que por lo general no se precisa en qué consiste, deberá centrarse en todo caso en un crecimiento económico menor pero más equitativo y sostenible. Un crecimiento económico que deberá sustentarse en el progreso tecnológico y el aumento de la productividad, y no en procesos especulativos. La economía real tiene que pasar a ser el eje central y no basarse todo en la hegemonía de las finanzas.
Todo ello requiere cambiar el paradigma económico dominante y las prácticas de las políticas económicas. Una mayor intervención y regulación económica son necesarias, y a su vez hay que potenciar modos de producción y de consumo menos despilfarradores de los recursos minerales, forestales, pesqueros, agrarios y energéticos. Resulta necesario potenciar, además, las políticas sociales y educativas que fomenten mayores grados de igualdad en derechos y oportunidades, así como políticas progresivas de impuestos que caminen en la dirección de favorecer menores desigualdades en rentas y riquezas. Hay que desterrar el fundamentalismo de mercado y el fetichismo del crecimiento en favor de una economía más solidaria y cooperativa.
Nuestra responsabilidad como economistas nos tiene que conducir no sólo a denunciar los fallos y males del sistema, sino que tenemos que hacer proposiciones que supongan cambios, tanto a corto plazo como una forma de salida de la crisis, como a medio y largo plazo, pues no se puede concebir la posibilidad de un crecimiento infinito en un mundo finito.
En todo ello la investigación, el desarrollo y la innovación tienen que desempeñar un papel básico. Una l+D+i que tiene que dirigir y encauzar el Estado para que se centre en la obtención de mejoras para la humanidad y que no se encuentre, como sucede ahora, tan supeditada solamente a los beneficios privados, a intereses militares, aunque de ello se deriven en algunos casos beneficios también para la sociedad. No basta sólo con anunciar lo que se gasta en I+D, sino que hay que informar en qué se investiga y quién se beneficia de los resultados de esa investigación. Los males del mundo son demasiados como para que no se haga un uso social de los escasos recursos dirigidos a la investigación.
En España la situación es más acuciante debido a la importancia que ha tenido el sector de la construcción en el crecimiento económico de los últimos años, y los pocos recursos que se destinan a la investigación con relación al Producto Interior Bruto (PIB), si se compara con los que destinan los países más desarrollados. También con los que empiezan a destinar a estas partidas los países emergentes. Hay que apostar de un modo decidido por la educación y la investigación, y de no ser así perderemos una vez más el tren del progreso. Se sabe, en todo caso, que la investigación es cara y que sus resultados no siempre se pueden transferir a procesos de innovación. Además, rara vez se pueden aplicar en el corto plazo. Pero si no se inicia ese camino se volverán a cometer los errores del pasado reciente, que han conducido a la economía a este estado de postración, y que han estado a punto de conducirnos al abismo de no haber sido por las intervenciones públicas.
La crisis económica es grave en nuestro país en términos de empleo y se comprende que haya prioridades sociales para abordar los rotos que está generando esta situación. Los investigadores y educadores tenemos que ser solidarios con este hecho, pero recortar partidas presupuestarias en investigación y educación es un error de calado de cara al futuro. Ante la crisis hay que ser imaginativo buscando formas de financiación y endeudamiento, pero lo que no se puede hacer es recortar en algo tan fundamental para potenciar el cambio de modelo. Con ello se daña también al conocimiento, que es un valor en sí mismo aunque carezca de utilidades prácticas o no contribuya directamente a mejorar la productividad empresarial.
La escasa sensibilidad ante esto de algunos gobiernos autonómicos, como el de la Comunidad de Madrid, es lamentable, pero también resulta difícil de digerir que el Gobierno central, que ha apostado por la Investigación y el Desarrollo, recorte precisamente estas partidas. Tal vez el que yo diga esto siendo rector carezca de valor para muchos, pues puede dar la impresión de que responde a intereses gremiales y corporativos, pero tengo que decir que no es así. Lo comprobamos fácilmente si observamos el avance económico de los países y qué es lo que hacen los que se encuentran por delante de nosotros, y también los que vienen empujando por detrás. Y es, asimismo, algo necesario si queremos cambiar de modelo, y no sólo en el plano tecnológico, sino también en el social y ambiental.
NO BASTA CON GENERAR CAMBIOS, LO QUE HAY QUE CAMBIAR ES EL MODELO EN SI MISMO.