MI MAESTRO ALFONSO AUSIN, TRAS UNA VISITA A JAPON EN 1991, ESCRIBÍA LO SIGUIENTE:
PARA UN MEJOR ENFOQUE DEL VIAJE A JAPÓN
“Un intento de cortar en seco la sonrisa del Buda”
No recuerdo el título ni casi el argumento; justo, el final de una película de juventud, en la que los protagonistas, ladrones convertidos en “los buenos” por arte de la manipulación ética a que parecen tener derecho los productores, consiguen pasar su botín de muchas libras en oro a través de la frontera, a pesar de que la policía había recibido el chivatazo de su intentona.
En efecto, aduaneros de fiero aspecto desmontaron pieza a pieza el coche en que viajaban nuestros “héroes” no dejando hueco sin escudriñar, ni tapa sin abrir en la busca de los lingotes de oro. Más éstos, no aparecieron.
Con rabia contenida, no les quedó más remedio que volver a recomponer el coche y después de pedir disculpas, si bien a regañadientes, dejarles marchar.
Apenas unos cientos de metros pasada la frontera que les separaba de la posibilidad de ser arrestados, los ladrones detuvieron el coche y en medio de una borrachera de alegría rayaron la carrocería y allí brilló el oro. Todo el coche era oro. No había un tesoro dentro del coche, sino todo él era el tesoro.
Mucho me temo que muchos viajeros que vuelvan de Japón, lo hacen con espíritu de buscador de tesoros. El razonamiento es bien sencillo:
Si está constatado que en términos de eficacia global industrial, Japón nos saca un gran trecho, se trata de tomar un avión, visitar las fábricas, identificar el secreto, truco o trampa, y cual Indiana Jones redivivo, aprehenderlos vía fotografía, memorística o de royalti, y volverse con ellos a su país de origen, dejando de paso pasmados a los inocentes nativos que contemplan aturdidos, cómo con un golpe de audacia casi puntual, se consigue recuperar la desventaja de años.
Comprobarán quienes así razonen que en Japón, es decir dentro de Japón, no hay secretos ni trucos ni tesoros. Quedarán con la misma cara hostil de la policía de aduanas de la película, porque Japón es el secreto, todo Japón es la explicación.
Buscando el tesoro, se le escaparán al viajero las realidades que el país le ofrece desde la escalinata del avión.
Pasará por alto que es sábado y que la calle está llena de estudiantes (lo cual explicará más adelante la mucha mejor preparación del trabajador japonés respecto al europeo y la facilidad para impartir nueva formación).
También se le habrá escapado que van uniformados (lo cual facilitará el tan decisivo espíritu del grupo de empresas).
La espectacular organización de la vida urbana (tan determinante en la optimización de los procesos industriales) sólo habrá conseguido una expresión parecida a: ¡Cómo son!
Quizá no haya reparado en que no ha visto un policía desde que salió del aeropuerto (qué fácil va a resultar luego establecer el autocontrol de calidad).
Aunque no haya visto una colilla en el suelo y apenas vea papeleras (lo cual hará sencillísimo el establecimiento de herramientas como las 5S´s o el TPM), de su roma perspicacia sólo saldrá un leve encogimiento de hombros.
Le contarán que llevan 21 tifones en lo que va de otoño, que la tierra tiembla 30 veces al día, que no hay recursos naturales, pero no verá en ello el espíritu japonés de crecerse al castigo aceptando su reto (para qué decir la importancia de ese espíritu a la hora de establecer objetivos y de luchar por conseguirlos).
Cómo va a fijarse en nada de eso, si hasta el lunes no empiezan las visitas a las fábricas.
Allí estará el tesoro y allí lo descubrirá.
Como el policía al que había llegado la información de que dentro de aquel determinado coche, iba el botín.
Hay otros viajeros más ilustrados. Saben que existen técnicas de gestión. Generalmente, auténticas sopas de siglas a las que es preciso identificar, definir, e incorporar.
Les han dicho que todo ello está basado en la participación y que ésta se consigue después de mucho tiempo de otorgamiento de confianza, en un marco dde acreditada credibilidad.
Y que ello tiene plasmaciones prácticas en forma de información transparente en al abundancia y en la pobreza, no sólo en la pobreza, de diálogo sostenido y no episódico, de paz social con convenios razonables e incluso de planteamientos de redistribución participativa de excedentes.
Ya, ya, pues no tienen más que hacer. Lo que hay que hacer es poner en marcha inmediatamente las herramientas de gestión que hoy están vigentes y los frutos que se obtengan, .... al armario.
Cualquiera de las dos actitudes, la primaria o la ilustrada, va a justificar el viaje; en efecto, algún lingotillo suelto va a caer.
Pero es seguro que cuando el viajero despegue de Narita, exultante de alegría con su tesoro en el bolsillo, la eterna sonrisa de Buda se afianzará más al constatar cómo tiene asegurado el despegue diferencial y progresivo respecto a occidente durante un buen puñado de años más.
Alfonso Ausín Maeso
Tokio, 17 de Octubre de 1.991.
PARA UN MEJOR ENFOQUE DEL VIAJE A JAPÓN
“Un intento de cortar en seco la sonrisa del Buda”
No recuerdo el título ni casi el argumento; justo, el final de una película de juventud, en la que los protagonistas, ladrones convertidos en “los buenos” por arte de la manipulación ética a que parecen tener derecho los productores, consiguen pasar su botín de muchas libras en oro a través de la frontera, a pesar de que la policía había recibido el chivatazo de su intentona.
En efecto, aduaneros de fiero aspecto desmontaron pieza a pieza el coche en que viajaban nuestros “héroes” no dejando hueco sin escudriñar, ni tapa sin abrir en la busca de los lingotes de oro. Más éstos, no aparecieron.
Con rabia contenida, no les quedó más remedio que volver a recomponer el coche y después de pedir disculpas, si bien a regañadientes, dejarles marchar.
Apenas unos cientos de metros pasada la frontera que les separaba de la posibilidad de ser arrestados, los ladrones detuvieron el coche y en medio de una borrachera de alegría rayaron la carrocería y allí brilló el oro. Todo el coche era oro. No había un tesoro dentro del coche, sino todo él era el tesoro.
Mucho me temo que muchos viajeros que vuelvan de Japón, lo hacen con espíritu de buscador de tesoros. El razonamiento es bien sencillo:
Si está constatado que en términos de eficacia global industrial, Japón nos saca un gran trecho, se trata de tomar un avión, visitar las fábricas, identificar el secreto, truco o trampa, y cual Indiana Jones redivivo, aprehenderlos vía fotografía, memorística o de royalti, y volverse con ellos a su país de origen, dejando de paso pasmados a los inocentes nativos que contemplan aturdidos, cómo con un golpe de audacia casi puntual, se consigue recuperar la desventaja de años.
Comprobarán quienes así razonen que en Japón, es decir dentro de Japón, no hay secretos ni trucos ni tesoros. Quedarán con la misma cara hostil de la policía de aduanas de la película, porque Japón es el secreto, todo Japón es la explicación.
Buscando el tesoro, se le escaparán al viajero las realidades que el país le ofrece desde la escalinata del avión.
Pasará por alto que es sábado y que la calle está llena de estudiantes (lo cual explicará más adelante la mucha mejor preparación del trabajador japonés respecto al europeo y la facilidad para impartir nueva formación).
También se le habrá escapado que van uniformados (lo cual facilitará el tan decisivo espíritu del grupo de empresas).
La espectacular organización de la vida urbana (tan determinante en la optimización de los procesos industriales) sólo habrá conseguido una expresión parecida a: ¡Cómo son!
Quizá no haya reparado en que no ha visto un policía desde que salió del aeropuerto (qué fácil va a resultar luego establecer el autocontrol de calidad).
Aunque no haya visto una colilla en el suelo y apenas vea papeleras (lo cual hará sencillísimo el establecimiento de herramientas como las 5S´s o el TPM), de su roma perspicacia sólo saldrá un leve encogimiento de hombros.
Le contarán que llevan 21 tifones en lo que va de otoño, que la tierra tiembla 30 veces al día, que no hay recursos naturales, pero no verá en ello el espíritu japonés de crecerse al castigo aceptando su reto (para qué decir la importancia de ese espíritu a la hora de establecer objetivos y de luchar por conseguirlos).
Cómo va a fijarse en nada de eso, si hasta el lunes no empiezan las visitas a las fábricas.
Allí estará el tesoro y allí lo descubrirá.
Como el policía al que había llegado la información de que dentro de aquel determinado coche, iba el botín.
Hay otros viajeros más ilustrados. Saben que existen técnicas de gestión. Generalmente, auténticas sopas de siglas a las que es preciso identificar, definir, e incorporar.
Les han dicho que todo ello está basado en la participación y que ésta se consigue después de mucho tiempo de otorgamiento de confianza, en un marco dde acreditada credibilidad.
Y que ello tiene plasmaciones prácticas en forma de información transparente en al abundancia y en la pobreza, no sólo en la pobreza, de diálogo sostenido y no episódico, de paz social con convenios razonables e incluso de planteamientos de redistribución participativa de excedentes.
Ya, ya, pues no tienen más que hacer. Lo que hay que hacer es poner en marcha inmediatamente las herramientas de gestión que hoy están vigentes y los frutos que se obtengan, .... al armario.
Cualquiera de las dos actitudes, la primaria o la ilustrada, va a justificar el viaje; en efecto, algún lingotillo suelto va a caer.
Pero es seguro que cuando el viajero despegue de Narita, exultante de alegría con su tesoro en el bolsillo, la eterna sonrisa de Buda se afianzará más al constatar cómo tiene asegurado el despegue diferencial y progresivo respecto a occidente durante un buen puñado de años más.
Alfonso Ausín Maeso
Tokio, 17 de Octubre de 1.991.
HOY, JAPON PUEDE NO SER EL MODELO
PERO EL MENSAJE SIGUE SIENDO IGUAL DE VALIDO
EL CAMBIO DEBE DE SER GLOBAL, NO VALE CON CAMBIAR "ALGUNA COSILLA"