Las relaciones amorosas en el trabajo incrementan la productividad
Sandra Toribio López 10:22 - 23/09/2009 en elEconomista
¿Cómo reaccionaría ante la propuesta de su jefe de documentar sus relaciones amorosas? ¿Y más si se tratase de una relación que tiene en común el lugar de trabajo? Puede sonar algo rocambolesco en nuestra sociedad, pero los 'contratos de amor' son ya una práctica extendida en EEUU.
Con el fin de cubrirse las espaldas ante posibles demandas por acoso sexual o favoritismo, muchos empresarios han decido establecer este tipo de contratos. La firma de este documento informa a la empresa de la situación en los que dos de sus miembros mantienen una relación consentida y mutua.
Pero a pesar de que la iniciativa surge con una declaración de intenciones libre de prejuicios, el procedimiento no ha quedado eximido de polémica, puesto que muchos lo tachan de acoso laboral, tal y como se recoge en un artículo de Abc News. Sin embargo, Belén Dávila, responsable regional de RRHH de Randstad explica la razón de los denominados 'contratos de amor': "No lo consideramos acoso laboral, sino una práctica por parte de la empresa para protegerse ante los daños colaterales provocados por esta situación".
En España, esta fórmula parece difícilmente aplicable. Cada vez más queda obsoleta la idea de que el puesto de trabajo dependa del estado civil del empleado, marcando una nueva tendencia en política de recursos humanos. Según los expertos de Randstad, las empresas interfieren cada vez menos en las relaciones personales que mantienen sus empleados, lo que denota un mayor respeto a la intimidad y privacidad de los empleados en el entorno laboral.
Incremento de la productividad
De acuerdo con una encuesta elaborada por la empresa de trabajo temporal el pasado mes de febrero, el 50% de los candidatos mantendría una relación sentimental con un compañero de trabajo si se diese el caso. Por el contrario, el 44% afirma que nunca mantendría relaciones interpersonales en el entorno laboral, mientras que un 7% se mostró a favor siempre y cuando no fuera con un superior.
No obstante, los expertos señalan posibles situaciones en las que los empleados consideren ciertas actitudes de 'favoritismo' o incluso 'injusticia' cuando conocen la existencia de relaciones sentimentales entre otros compañeros. "Cuando existe una pérdida de objetividad por ambas partes y el aprovecho es mutuo, pueden darse casos de favoritismo", señala Joaquín Oset, director de Capital Humano y Desarrollo Profesional del Grupo Gesfor y director de Sunion Consultoría. "Incluso, pueden llegar a pactar acuerdos con el fin de realizar operaciones no legales", añade.
De este modo, los empresarios han de evitar que este tipo de circunstancias pueda generar problemas en el ambiente laboral y repercutir en la productividad de la compañía.
Sin embargo, Belén Dávila destaca que "aunque, en un principio, el tener una relación amorosa dentro del trabajo puede parecer un conflicto, existen múltiples estudios que relacionan el 'amor del trabajo' con un incremento de la productividad debido a un incremento de energía y confianza".
La regla de oro
Si para la empresa resulta imprescindible delimitar ciertas normas a fin de manejar estos asuntos, la regla de oro para los empleados es ser capaz de separar lo privado de lo meramente profesional. Esto conlleva, según los expertos, tratar equitativamente a la pareja, ser discreto en las manifestaciones de cariño y, sobre todo, diferenciar los problemas personales de los laborales.
"Una comunicación clara y transparente a los empleados es uno de los pilares básicos para salvaguardar de problemas a la empresa, especialmente cuando una de las dos partes ocupa un alto cargo", indica Joaquín Oset. "Además, existen políticas en determinadas entidades que regulan, y en algunos casos prohíben, las relaciones sentimentales entre empleados, sobre todo si trabajan dentro de un mismo sector estratégico, lo que podría derivar en una falta de objetividad si las dos partes no son muy maduras", matiza.
Estoy más de acuerdo con el refranero:
DONDE TENGAS LA OLLA, NO METAS LA POLLA