Nació el 30 de noviembre de 1835 en Florida (Missouri). Siendo un niño de cuatro años, su familia se traslada a Hannibal (Missouri), puerto fluvial en el Mississippi, donde asistió a la escuela. Al fallecer su padre, en el año 1847, Twain trabaja como aprendiz en dos imprentas. En 1851 publica notas en el periódico de su hermano, el Hannibal Journal. Más tarde trabajó en otras imprentas de Keokuk, Iowa, Nueva York, Filadelfia y otras. Fue piloto de un barco de vapor por el río Mississippi. En 1861, se alistó en una compañía irregular de voluntarios de caballería del ejército Confederado. Con su hermano se translada a Nevada, donde probaron fortuna en las minas de plata. Fue periodista en el Territorial Enterprise de Virginia City (Nevada) y, en 1863, empezó a firmar sus artículos con el seudónimo Mark Twain, una expresión utilizada en el río Mississippi que significa dos brazas de profundidad (el calado mínimo necesario para la buena navegación). Recibió el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Oxford (Inglaterra), en 1907. Falleció el 21 de abril de 1910 en Nueva York.
Nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación.
Un hombre con una idea nueva es un mentecato, hasta que la idea triunfa.
El banquero es un señor que nos presta el paraguas cuando hace sol y nos lo exige cuando empieza a llover.
En dos ocasiones no debería jugar el hombre; cuando no tiene dinero y cuando lo tiene.
El paraíso lo prefiero por el clima; el infierno por la compañía.
Al cumplir los setenta años me he puesto la siguiente regla de vida: no fumar mientras duermo, no dejar de fumar mientras estoy despierto y no fumar más de un sólo cigarro a la vez.
Suelen hacer falta tres semanas para preparar un discurso improvisado.
La única manera de conservar la salud es comer lo que no quieres, beber lo que no te gusta, y hacer lo que preferirías no hacer.
Recogéis a un perro que anda muerto de hambre, lo engordáis y no os morderá. Esa es la diferencia más notable que hay entre un perro y un hombre.
El hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir.
Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda.
Cuando yo tenía catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarle. pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años.
Fuente: www.citasyrefranes.com