Juan Francisco Martín Seco – Consejo Científico de ATTAC España
El déficit público de España tiene una sola causa: la crisis económica, que, por una parte, ha elevado el gasto público a través del aumento del seguro de desempleo y de los planes de estímulo orientados a evitar la recesión, y, por otra, ha ocasionado el derrumbe de la recaudación impositiva como resultado directo, ciertamente, de la caída de la actividad, pero también –y quizás en mayor medida– de la extensión del fraude. El retraso en la reforma del sistema financiero, la escasez de crédito y el estrangulamiento de la liquidez de las empresas ha llevado a estas, como primera medida, a dejar de ingresar los impuestos en Hacienda. La forma de lograr la estabilidad presupuestaria no radica, por tanto, en introducir ajustes desmedidos, que serán contraproducentes, sino en conseguir la recuperación de la economía.
El elevado déficit público actual es perfectamente asumible a corto plazo, siempre que en unos cuantos años se logre retornar a tasas de crecimiento aceptables. Disponemos de margen, dado que nuestro stock de deuda pública es de los más reducidos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), e incluso menor del que hemos tenido en otras ocasiones. Nadie en su sano juicio, al margen de movimientos especulativos, puede pensar que España no va a poder hacer frente a su deuda publica. Por otra parte, en estos momentos de cuasi recesión, no parecen servibles esos argumentos acerca de la supuesta malignidad del déficit público, tales como que es inflacionario o que expulsa a la iniciativa privada.
¿Dónde buscar, por tanto, los motivos del ajuste? En primer lugar, en los intereses económicos y financieros representados por las agencias de rating y por eso que llamamos mercados que, tan pronto han solucionado sus problemas y una vez desaparecida toda amenaza de control, han vuelto a las andadas y pretenden, como siempre y en este caso parece que lo están consiguiendo, denigrar y depauperar lo público. En segundo lugar, en las incoherencias de la Unión Monetaria que imposibilitan que los países puedan defenderse individualmente frente a la especulación. En tercer lugar, en la incompetencia de los mandatarios internacionales que, lejos de plantar cara a los mercados y de hacerles frente de forma colectiva, les compran su discurso, se olvidan de la refundación del capitalismo y terminan exigiendo a los Estados los mismos comportamientos que han conducido a la crisis.
Fuente: ATTAC
«Los que habéis tenido la moral baja habéis sido los de fuera, no el equipo». Así de contundente se muestra José Abando, el psicólogo del Real Unión, cuando se charla con él sobre el estado anímico de los jugadores del conjunto irundarra. La plantilla tenía claro desde el primer día del campeonato que el objetivo era luchar por la permanencia y que el equipo iba a pasar gran parte de la temporada en la parte baja de la tabla, por lo que la situación del Real Unión no asusta a nadie. Cierto es que se han pasado momentos peores y mejores, pero como dice Abando, «estamos convencidos de que vamos a conseguir la permanencia».
Algunas reuniones se celebran para acreditar un trabajo que realmente no se hace. Otras, en cambio, comentan los expertos, manifiestan ciertas dinámicas asamblearias para justificar la participación de jefes intermedios en la toma de decisiones, cuando buena parte de las veces la decisión ya ha sido tomada de antemano en otros despachos. Otras se convocan para delegar ciertas funciones pero en verdad esconden la escasa confianza hacia el personal de escalas inferiores. Y otras son una forma de ir pastoreando elementos que no funcionan correctamente.
MAX JIMÉNEZ BOTÍAS / BARCELONA
Agencias | Nueva York elmundo.es
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Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch tienen varias cosas en común: son calificadoras de riesgo (miden la capacidad de pago de una compañía o un paso, y las garantías que ofrece en caso de quiebra), las tres han dado una mala nota a Europa en su conjunto (sus informes han señalado la posibilidad de estallidos económicos y sociales que agravarán la situación actual a niveles insospechados) y las tres, en su momento, recomendaron la inversión en los activos estructurados que hoy se conocen como hipotecas subprime.