viernes, 21 de diciembre de 2012

SAN SEACABÓ (AL MENOS POR ESTE AÑO)


Hace ya un tiempillo, tirando a tiempo largo, que no leo nada amable en la prensa, y no oigo nada alegre a la gente, excepto el embarazo de dos amigas (Zorionak Irati eta Amaia!).

De hecho, lo gracioso del asunto, es el “trending topic” del día: Resulta que se acaba el mundo.

Los Mayas los dijeron, Iker Jimenez nos lo relata y hasta Google en su doodle del día se hace eco.


Y me hace ilusión, y de verdad que me la hace. Como ya he dicho, hacía tiempo que no veía a la gente reírse, comentar una noticia con una sonrisa en sus caras. No sé si es fruto de la incredulidad, del nerviosismo escondido tras gesto de risilla de los corazones más miedosos, o de tener algo de qué charlar que no sean recortes, pero veo aspavientos y camaradería.

¡Quién iba a decir que el fin del mundo iba a resultar tan grato!




Y aquí, viene la preocupación. Fíjense que paradoja. ¿Será que tal y como van las cosas, realmente preferimos que nos trague la tierra?

De corazón espero que no. De hecho, Los “entendidos” en el tema fin del mundo (¿?) dicen, escriben y predican como nuevos mesías, que no debemos preocuparnos, que no se acaba el mundo, sino que es el fin de una era, que se termina una forma de concebir la realidad, y que empieza una nueva, como si nos cambiaran las lentes, y que a partir de ahora todo será diferente.

Mi más sincera opinión: Paparruchadas. Lo siento, catedráticos del mundo del mundo, pero creo que el mundo ya está cambiando.

Desde un prisma vamos cuesta abajo y sin frenos, y desde otro, podremos ver cosas positivas, que dependen directamente de nuestra actitud y de realmente comportarnos como personas, de ser críticos con nuestra sociedad, pero sobretodo y lo primero, con nosotros mismos. 

El mundo no se está cambiando sólo ni lo cambia un calendario: el mundo lo cambiamos nosotros.

Con lo cual, y para no entretener más a quien tenga planes especiales antes del exterminio, que disfrutéis del último día de trabajo los que tengáis esa suerte, que paséis un gran día de Santo Tomás los aún más privilegiados, y que nos vemos el año que viene y a ver si con suerte tenemos otro Fin del Mundo que nos regale estampas como las que he visto hoy.

Feliz Navidad y Prospero Año Nuevo a todos/as.

Ian Exposito

lunes, 9 de julio de 2012

TIEMPO




Pongo ésta magnífica pieza de Hans Zimmer y me pongo a escribir. Escribo en vísperas de aquel que fue el peor día de mi vida. Ya van a ser 2 años desde que nos dejó Jose Manuel Exposito. Estos días he reflexionado mucho sobre todo lo acontecido en éste tiempo, en los hechos y las personas, las personas y los hechos, los triunfos, las desilusiones, los fracasos, y vuelta a empezar.

Parece que todo sigue igual, pero sin embargo, todo ha cambiado. Al menos para mí. Algunos, puede que ya incluso ni se acuerden de él, de quién era, de lo que significaba, de lo que hacía, y de lo que hubiera hecho de tener más tiempo.

No pudo ser, se le agotó, sin darse cuenta. Ni el ni nadie, no nos dimos cuenta. Ya no hay sueños que cumplir, proyectos que llevar hacia adelante, tiempo para amar.

Mediante estas líneas, y lo que cuesta escribirlas, echando con un ojo la vista atrás pero sin entretenerme mucho, y con el otro mirando para adelante, no me queda más que pensar:

¿Aprovechamos nuestro tiempo? ¿Somos realmente conscientes de que es lo más valioso de lo que disponemos, y sin embargo es lo único que una vez perdido no se puede volver a recuperar?

Creo que todos aquellos que lo conocimos nos encontramos en el deber moral de aprovechar al máximo, en todas las facetas de nuestra vida, el tiempo que nos queda, y que desaprovechamos al no saber cuánto queda en nuestras reservas.

Hagámoslo por nosotros, recordando a quienes se han ido y no pueden hacerlo, y contémosles lo que hacemos cuando nos los encontramos en nuestros sueños, y en lo más profundo de nuestro corazón.

Siempre te querré, y ella también.

Créeme que lo intento.

miércoles, 23 de mayo de 2012

EL RETORNO DEL JEDI, O EL OPERARIO QUE NO QUISO SER MERCENARIO


Muchas veces desde este blog he reiterado mil y una veces las conductas (muchas veces inducidas por comportamientos de mandos intermedios o superiores, muchas veces causadas por históricos conflictivos entre trabajador-empresa) que pueden hacer que una organización caiga enferma.

Hay compañías, que por su volumen, su carga productiva, y su liquidez, muchas veces unida a una falsa “excelencia” en la gestión, pueden convivir con ello. Y con ello, me refiero a la actitud de cada uno mirar sólo a su ombligo.

Así es, señores y señoras, estoy hablando, una vez más, de los mercenarios. Que alguna me han preguntado por ellos, “esos son los de la teoría X esa de la gestión de personas, ¿no?”. Que no, que no son. A mi entender, McGregor habla de burros de carga en una cadena de montaje, a los que hay que azotar para que trabajen, con cara triste. Los mercenarios trabajan, y trabajan en todos los estamentos de la organización, pero en busca de un bien personal, sin importar el bien común.

Aclaración terminada, hoy no voy a malgastar más tiempo en ellos. No señor. Hoy, estamos de enhorabuena. Hoy, es El Retorno del Jedi.



Para los que no estén familiarizados con la saga Star Wars, comentaré que un Jedi, a grandes rasgos, era una persona que obtenía su poder de la energía de todo lo que le rodeaba, que siempre estaba dispuesto a dar un “extra” (¡fua!), y que al final, salvaba la situación.

Hace casi un mes realizamos una selección para un puesto vacante como operario CNC en mi organización. Recibimos tropecientos CV´s, unos mejores, otros peores técnicamente. Entrevistamos personalmente a media docena de ellos, aquellos con las aptitudes técnicas idóneas para el puesto.

Los que me conocéis sabréis la guerra que pude dar con que yo lo que quería eran actitudes. Una persona que en su trabajo, se sintiera motivada y feliz con los resultados obtenidos, para él y para la empresa, blah, blah, blah… Lo mejor de lo mejor, Maslow. Si, los reyes de la pirámide. “No lo vas a conseguir, Ian”.

Ayer, esa persona me dio una grandísima satisfacción: me demostró que se podía volver a creer (ya casi me había resignado a que era una utopía, un sueño de personas que conocí aplicable a personas que ya no están aquí) en que hay gente que aún piensa que podemos ganar todos.

Me lo había demostrado, en pequeñas dosis de intentos, que han resultado satisfactorios, de mejorar en proceso de su sección, hasta dominarla casi por completo, en 3 semanas. Su sección. Porque creo firmemente que la considera suya.

Ayer, hacía media hora que lo había mandado a su casa. Miro por la ventanilla de la oficina, y allí me lo encuentro, ayudando a un compañero. “¿Qué haces? ¿No te habías ido casa?” a lo que me respondió “No, me he quedado porque Eneko no puede cargar solo con todas las piezas, y le va a llevar una eternidad”

Has hecho algo más que quedarte amigo operario. Has decidido no ser un mercenario.

Ian Exposito

miércoles, 21 de marzo de 2012

SOBRE EL "COMERCIO JUSTO"

Desde hace ya algunos años, podemos encontrar en nuestros supermercados una serie de productos con la etiqueta de "comercio justo". Alguna vez se me ocurrió preguntar, o informarme acerca de qué era esa etiqueta que, de alguna forma, nos insinuaba que comprando ese producto, y no otro, hacemos justicia.

"Esa etiqueta indica que los trabajadores de los países productores no son explotados" fué la primera idea más o menos real que tuve acerca del tema, y no le di muchas más vueltas, hasta que me encontré con éste documental. Al terminar de verlo, y tras el ensayo de Pamela, que cada uno juzgue sobre lo que es justo en el mercado...


http://www.youtube.com/watch?v=OYDyCuh49_I
(he intentado subir el documental directamente, pero su tamaño es excesivo, de modo que debe visualizarse desde youtube)


ENSAYO SOBRE EL COMERCIO JUSTO y EL COMERCIO JUSTO A CUALQUIER PRECIO por Pamela Casahuaman


Parece que la práctica del comercio justo es un gran apoyo al desarrollo sostenible de los países productores y más concretamente a la calidad de vida y las condiciones de trabajo de los pequeños productores, tradicionalmente aplastados por las grandes compañías.

Al menos, eso es lo que nos venden Fairtrade o Max Havelaar, como sus mayores expositores.

Pero, ¿Qué significan estos sellos? Y más importante aún ¿Qué es realmente el comercio justo?

El comercio justo como tal es una alternativa de comercio, principalmente conocida por la eliminación de intermediarios que no aportan valor añadido al producto y que defiende principios tales como la igualdad, el rechazo a la explotación infantil, el cuidado del medio ambiente, la calidad del producto etc.

Los productos elaborados bajo estas condiciones los podemos encontrar en distintos establecimientos, siendo su presencia cada vez mayor, ya que efectivamente se trata de un negocio en alza como nos muestra el documental “Comercio justo a cualquier precio”.

En dicho documental nos cuentan como en Francia algunos grupos de supermercados tienen secciones enteras dedicadas a estos productos, alcanzando cifras de negocio en crecimiento del 40%. En estas secciones encontramos productos de todo tipo, provistos de cada vez más etiquetas (producto solidario, agricultura biológica, Max Havelaar…) que nos informan de su origen y país de procedencia, entre otras cosas.

Precisamente una de estas etiquetas Max Havelaar tiene una especial relevancia como sinónimo de representante del comercio justo. Max Havelaar no es ninguna persona, si no el protagonista de una novela con los principios que protege el comercio justo, y cuya labor no es más que la de organizar. Ni comprar ni vender.

Tal y como se nos explica en el ya mencionado documental, Max Havelaar se dedica a certificar bajo el sello de comercio justo cooperativas de pequeños agricultores mayoritariamente de los países del sur o en desarrollo, previo pago. Éste es uno de los puntos en el que el espectador se cuestiona la fina línea que separa el negocio de la filantropía en todo el proceso del comercio justo.

Al igual que toda entidad certificadora, sirve para dar una mejor imagen al producto, que normalmente tienen un precio mayor a sus homólogos y el supermercado se lleva un porcentaje menor sobre el precio del producto, el margen sigue siendo el mismo. Es más, teniendo en cuenta la imagen filantrópica de la marca, ya hemos visto que se trata de un negocio en alza.

Además, éstos productos poseen ciertas concesiones frente a sus homólogos tales como presencia en stands gratuitas, devolución de excedentes gratuitos… lo cual nos hace pensar en la desventaja competitiva para el resto de los productos, además de dejarnos una evidencia obvia: el supermercado no aceptaría tales concesiones si no fuera una oportunidad de negocio redonda, tanto para el vendedor, como para la entidad certificadora, a la cual se unen cada vez más cooperativas.

Mirando al pequeño productor, que bajo la mirada filantrópica era el original beneficiario de todo este tinglado, vemos que realmente nada cambia. El agricultor a pie de campo ni siquiera sabe lo que es el comercio justo. La diferencia visible sobre el comercio tradicional reside en que efectivamente gran parte del dinero sí se queda en el país productor, pero en marcas comercializadoras autóctonas.

En el caso del cacao bajo denominación de comercio justo de la comercializadora ecuatoriana Fedecade y su contrato con la empresa suiza Pronatec, ni siquiera pudieron respetar el precio y los plazos, ya que habían mandado su producto (escaso por las condiciones climatológicas) a Carrefour, con la respectiva perdida de Pronatec en sus relaciones con sus clientes. Al final, la “mafia” pasa de ser el último al primero de la cadena.

Al final de la exposición nos hablan del caso de las flores bajo la misma etiqueta que venden en el mismo supermercado, dándonos 2 informaciones clave fruto de la investigación (que parece que Max Havelaar “dejó” escapar u obvió…): Aquel tipo de flores también eran producidas por pequeños agricultores en el propio país y más importante aún, aquellas flores certificadas no procedían de pequeños productores sino de una gran compañía floristera.

Y es que efectivamente, esta práctica tiene una parte de comercio, y una parte de justo.