domingo, 7 de marzo de 2010

El jefe que ladra

Breve guía para coexistir con un jefe que ladra.

Comprensión, diálogo, negociación y evitar los choques son algunas de las reglas de oro para convivir con un jefe malhumorado.


Nunca falta el jefe que en vez de hablar ladra, que dispara órdenes indiscriminadamente o que simplemente se niega a escuchar. Tratar con ellos no es fácil, pero con inteligencia es posible domar a esa “fiera”. En resumen, para los expertos existen cinco reglas de oro para sobrevivir, que se detallan a continuación:

1) Ser comprensivo: es importante reconocer que el poder lo tiene el jefe y es él quien maneja el destino de la empresa y, por lo tanto, la vida laboral de sus subordinados. Según Fabiana Gadow, de la consultora Deloitte, el colaborador debería considerar dos dimensiones. “La primera es comprender en qué circunstancias el jefe está malhumorado, ya que podría estar pasando un momento problemático. La segunda dimensión se refiere a la personalidad: no todos somos iguales y el colaborador debe comprenderlo”, dijo.
2) Evitar los choques: Puede resultar tentador contestar con alguna grosería, indirecta o ironía, pero para Valeria Chiesa, de la asesoría en Recursos Humanos Chiesa & Cassará, los reclamos y los enfrentamientos verbales son un grave error: no mejoran la situación y, además, pueden ser mal vistos por jefes de otras áreas. “La persona que diariamente se presenta de malhumor frente a su personal carece de inteligencia emocional, por eso no entiende que la reacción generada puede tener que ver con sus propias actitudes”, explica.
3) Llamar al diálogo: Luis Etchenique, de la consultora Accionado, resalta la importancia del diálogo. “Si la relación lo permite, el empleado puede preguntarle a su jefe qué le pasa y por qué está malhumorado, ya que no sólo pueden preocuparlo cuestiones personales sino que su enojo puede tener que ver con el mal desempeño de su trabajo”.
4) Negociación: Andrea Frascalori, de Enfoque Integral, recomienda prácticas que si bien no bastan para un cambio de actitud, permiten “sacar a la otra persona de su punto ciego”. “Se debe clarificar cuáles son las variables de la relación que para uno son básicas, y cuáles son cuestiones más de forma que se podrían negociar o incluso pasar por alto. Una vez que se tiene claro qué es lo importante, es necesario abordar el tema con el jefe en un entorno constructivo”, afirma Frascalori, y añade: “Aquí es clave expresarse de modo que se entienda que lo dicho obedece a las propias percepciones y conviene resaltar el objetivo común de esa relación laboral. Por último, hay que tratar en lo posible de llegar a acuerdos que puedan ser tangibles y consensuar una forma de seguirlos”.
5) Cuando se agotan las opciones: Si bien los especialistas están de acuerdo en que no es recomendable elevar el tema saltando jerarquías sin antes haber hablado con la persona involucrada, el departamento de Recursos Humanos de la empresa puede ser una buena opción para cuando las posibilidades de lograr un acuerdo se agotaron. “El empleado debe tener un lugar donde plantear un problema y ser escuchado. El área de Recursos Humanos actuará como mediador en la situación sin exponer al empleado y con el único fin de propiciar la comunicación entre ambas partes”, asegura Chiesa.
Darío Siani, director de la carrera de Gestión de Recursos Humanos de la Universidad Maimónides, se pregunta: “¿qué es preferible, un jefe malhumorado en el que se puede confiar o un jefe con buena onda, pero en quien no se puede confiar?”. Y se responde: “Para mi gusto, hay demasiadas organizaciones donde los únicos comportamientos aceptados son los vinculados a la energía positiva, la buena onda, los buenos modales y el glamour, donde todo se juega sobre la base de una visión fantaseada de la compleja realidad del ser humano. Detrás de cada malhumorado puede existir una persona muy valiosa para el grupo, tanto en lo profesional como en lo humano”.
Para Siani, la tolerancia es una regla fundamental, y cree que las empresas deberían incorporarla como una potente herramienta de crecimiento. “Se deben tomar como desafío transformar el lugar de trabajo como un espacio donde uno pueda ser uno mismo y no un lugar para reprimirse”, dijo.

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